05 Mar Besos de ahora
En su último poemario Jesús Montiel se despide con una frase en la que le hace una reverencia a “ese milagro del que a veces soy testigo y al que llamamos realidad”. Cierra así la página primera de su libro, invitándonos al camino que van marcando sus poemas. Se dedican a eso, y a eso nos invitan; a mirar. Son como luces de regalo para descubrir lo que hay. Uno de ellos lo escribe “mientras friego los besos que mis hijos han dejado en los vasos de la cena”. Otro lo tituló “A la hora del folio”, momento en el que el poeta imagina que le “acorrala el milagro” porque todas “las cosas me dicen su aleluya”. A Montiel la vida le sucede delante de los ojos y, como mira, no se le escapa tanto como a nosotros.
Esta semana visité de nuevo a mi amiga enferma, ella siempre en su silla. Se podría pensar que más que sentada, vive depositada, con el tiempo y sus duelos al acecho. Los labios los llevaba pintados en rojo y sonreía alegre cuando aparecí con mis amigos. Al entrar vi en el mármol de su cocina un ejército de cruasanes preparados para la merienda. Seguro que llegaron hasta allí en unas manos más dóciles que las suyas, que ya no se mueven, vencidas para siempre por la ELA. Alegre, y alegre todavía, nos dijo de mil modos, en su peculiar poesía, que la vida es ahora y que la sorpresa es que las cosas son, que su marido existe, y que Dios le trae la noticia de su paternidad y de su vida para siempre con todo lo que tiene delante.
Este domingo en Misa leemos el evangelio de la Transfiguración de Jesús. En ese momento, y sin levantar los pies del suelo, los apóstoles pudieron experimentar el Cielo. Como si Jesús les invitase a tocarle por dentro, su misma gloria, el amor que Él vive con el Padre y en el Espíritu. Pedro no tardó en pedir un para siempre. Jesús se lo negó, pero no por capricho o cerrazón, sino por invitarle a seguir descubriendo la realidad, el modo y el camino previstos por el Padre, y el don que somos cada uno de nosotros. En la Transfiguración Jesús se mostró por entero, y se mostró sin irse. Porque no pedía a los apóstoles, y tampoco no nos pide a nosotros, nada que no fuese a vivir Él, latiendo también entera su humanidad en cada paso y en cada circunstancia de su vida.
Hemos de contemplar a Jesús, y aprender de mi amiga y del poeta, porque nos testimonian que la vida es ahora y que la vida es aquí. Porque la realidad es el camino que nos llevará al Cielo que deseamos, que necesitamos, y que reclama cada instante de lo que somos. Dios nos ha hecho para la vida eterna, y las circunstancias que vivimos son el camino que nos guía hacia esa plenitud que nuestra humanidad demanda. Pidamos a Jesús aprender a mirar, a acertar con los ojos que nos ponemos por las mañanas… Porque Él nació en el suelo, no sólo por pobreza, sino también porque quiso nacer pegado al mundo, en un definitivo cara a cara con la realidad. Cuando en la Misa la Iglesia nos pide que nos arrodillemos durante la consagración, no quiere humillarnos, sino que descubramos que adorar al Señor y acercarnos a la realidad se dan a la vez. Para que nos podamos encontrar con Él, no tanto en nuestras imágenes o pretensiones, sino donde Él nos espera: en el ahora. Si fuésemos poetas veríamos que no hay nada que al existir no nos cante su aleluya, nada que no nos diga que somos amados. Pidamos al Señor.