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El esposo

En estos meses de virus muchos amigos han pospuesto la fecha de la celebración de su matrimonio. Con todo, conozco varias parejas que al ver que la incertidumbre persiste y amoldándose al poco espacio libre que dejan las normas de prevención, han decidido casarse. Han sido bodas reinventadas varias veces, pequeñas, de calibre casi doméstico. Ceremonias más ligeras, de belleza austera pero muy presente, donde los novios han apostado todo al amor bueno entre ellos y a la gracia y promesa que viene del Cielo. Ha sido revelador verles decidir casarse a pesar de tener que sacrificar tanto de lo que les apetecía. Porque no es lo mismo ser novios que esposos – no es lo mismo: el esposo se entrega y vive y pertenece de un modo único y propio. En efecto, se ve que al que va a amar como aman los esposos, el tiempo de espera se le hace eterno.

Dice Jesús en el Evangelio de hoy que el Reino de los Cielos se parece a un esposo que llega. Dice Jesús que Dios se parece a ese esposo… Podría haber dicho en la parábola que Dios era como un hombre rico que ofrece su riqueza. O como el general más poderoso de todos los ejércitos que, con su gran poder, lo cambia todo. Pero al descubrirnos su ser a través del relato de la parábola habla de un esposo, de aquel que por una preferencia le urge entrar en lo íntimo para amar y permanecer, atándose para siempre al tú de su amada. Entonces, si volvemos al Salmo de la Misa después de haber escuchado el Evangelio, parece que precisamente se haga eco del lamento de la esposa que espera – y de cómo vivían el tiempo de retraso esas parejas que han decidido casarse. Dice el Salmo: “Mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”; ¿cómo vivir con el alma seca o con la carne agostada? Urgencia en el esposo, y urgencia en la esposa.

Este sábado la Iglesia ha beatificado en la Sagrada Familia de Barcelona a Joan Roig Diggle, catequista laico de nuestra parroquia de St. Pere en El Masnou asesinado a los diecinueve años durante la guerra civil española. Pudo comulgar la Eucaristía, y unirse en comunión al Esposo, justo antes de ser capturado. En esa noche, cuando atado se despedía de su madre (de origen inglés) le anunció: “God is with me”. Tanto, que sus últimas palabras fueron un “yo os perdono” a sus asesinos, justo antes de que le pegaran cinco tiros mortales. God is with me: Él está conmigo – ¡ha llegado el Esposo!

Lo testimonió Joan en la manera en la que vivió su martirio: la libertad es un amor, el amor de Dios que refresca el alma sedienta. Sin ese amor, no hay coraje posible. Sin pertenecer, sin el nudo que nos reúne con el Esposo, permanecemos resecos, maltratados por las circunstancias, que tantas veces son ciegas a nuestros calendarios y proyectos. Al celebrar al Beato Joan, nos damos cuenta de que este momento complicado que vivimos -además- nos está haciendo ver que no somos tan libres como quizá pensábamos. Será que nos falta un amor, el amor del Esposo de la parábola.



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