Avisos
No data available!

Joven triste

Se acerca el joven rico. Hasta ahora, todos sus intentos han sido insuficientes. Joven y rico, no logra fabricarse la vida que desea, la que realmente desea, ya por fin convencido de que algo se le escapa… Dice Marcos en el Evangelio que se acercó corriendo, con urgencia, empujado por todas esas fatigas fallidas, para caer de rodillas ante Jesús. ¿Qué más? ¿Qué falta? ¿Dónde se esconde la vida de veras? Maestro bueno, dice. Y con una sola frase Jesús se lo anuncia todo, absolutamente todo. Todo lo que le viene a comunicar a la creación entera, porque es así desde siempre y para siempre – joven, te falto yo; a ese corazón tuyo, a esa vida tuya, le falto yo…

Explota el drama en el corazón del joven rico. Basta un poco de atención para descubrir que es un drama como el nuestro, gemelo, porque nuestras maneras de tropezar son idénticas. Venía corriendo, atraído por la figura de Jesús, probablemente empezando a pregustar la liberación y la escapatoria de ese laberinto de esfuerzos estériles; maestro, ¿¡qué!? Pero estando juntos, ahí juntos Jesús y él, el joven admite una infinita distancia entre ellos. Una especie de sima que se impone en su interior, invitada por su propio afecto. Distancia por la diferencia infinita que hay entre lo que Jesús dice, la noticia que Él revela de Sí mismo, y lo poco que nosotros acogemos. Como si lo único que lograse penetrar en el corazón y en los ojos de este hombre bienintencionado no fuese más que una caricatura encogida de lo que tiene delante. Nos sucede lo mismo, que nos atrae Jesús, que nos llama y nos descubrimos llamados, pero cuando extiende la mano para que le sigamos, amagamos las nuestras.

Bastan para el desastre unos pocos segundos – el Evangelio no esconde el detalle: frunció el ceño y se marchó triste. El joven rico, el joven triste. Porque anticipa en su alma el enésimo intento, la enésima espera, otra insatisfacción más. Y ahí se rompe, porque para seguir su imagen de Jesús, lo que piensa que Jesús debería ser, tiene que abandonar al Jesús de verdad, al de carne, dándole la espalda al atractivo que un poco antes le hacía correr ilusionado. La soledad ahora es total, más afilada que la primera… Seguro que se marchaba el joven pensando que si pudiese recuperar la historia se acercaría de nuevo a Jesús, probando una pregunta alternativa, una cuya respuesta encajase en su esquema y en su falta de libertad. Pero ya es tarde, porque Jesús ya ha dicho la suya: véndelo todo y sígueme. ¿No vivimos nosotros lo mismo tantas veces? Jesús sí, pero a modo nuestro.

La diferencia que imaginamos entre el joven y nosotros tiene su trampa. Al Cristo del Evangelio no se le podía cambiar. O con Él o solos. Sin alternativas posibles ni remedios. Y el joven ahí es consecuente del todo: se da la vuelta y se marcha. A nosotros, en cambio, nos confunde un espejismo. Porque pensamos que a Jesús lo podemos recalibrar a nuestra medida, en función de lo que pensamos que nos encajaría más… Cierto que el nuestro, tantas veces, es más bien un Jesús pensado, imaginado, diseñado a medias entre nuestra imaginación y nuestro instinto. Por eso es importante la escena del Evangelio. Te falto yo, le dice el maestro. Nos falta Él. El Jesús de verdad, que nos lo dará todo cuando nos sirvamos de lo nuestro, de lo que Él nos ha dado antes, para afirmarle. Jesús es real, realmente salvador. Realmente médico; la medicina que nos rescata y nos da la vida.



Utilizamos cookies anónimas de terceros para analizar el tráfico web que recibimos y conocer los servicios que más os interesan. Puede cambiar las preferencias y obtener más información sobre las cookies que utilizamos en nuestra Política de cookies

Configuración de Cookies

En la parte inferior verá el tipo de cookies que utilizamos y podrá seleccionar cuales permite. Una vez seleccionadas pulse "Guardar configuración" para actualizar sus preferencias

FuncionalesNuestra web puede contener cookies funcionales que son necesarias para el correcto funcionamiento de la web.

AnalíticasUtilizamos cookies analíticas para ofrecer más contenido de su interés.

Redes SocialesPara integrar datos de nuestras redes sociales, estas redes pueden instalar cookies de terceros.

OtrasOtras cookies de webs de terceras empresas como Google Maps.